Riesgos de la “humanización” de las mascotas.
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«Un perro es un perro y hay que tratarlo como a un perro». Dicho así, como lo hace Enrique Orro, propietario de una clínica veterinaria en A Coruña, suena duro, comentando algunos de los problemas ocasionados por excesiva humanización de las mascotas. En este tema hay total coincidencia con Susana Santamaría, adiestradora y responsable de la sociedad para la defensa de los animales Adocan quien asegura que «si al perro no se le imponen pautas, seguramente se creerá con un estatus que sin duda no tiene». No hace falta ser un pit bull para apropiarse de una butaca. El hábito territorial puede llevar fácilmente a un caniche a defender con malos modos su sitio de privilegio ante una visita sin que el dueño pueda bajarle los humos. O ante la llegada de un bebé. «El perro tiene que saber que, en esa estructura jerárquica, él es el último», sentencia otro adiestrador. Es la única forma de que respete la llegada de nuevos miembros. «Lo peor es que muchas veces, el dueño del perrito que gruñe al niño, riñe al niño y no al perrito», añade. |
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