¿Quién protege a las protectoras?
ada día es más frecuente tener noticia de las penurias económicas por la que atraviesan algunas sociedades protectoras de animales, hasta el punto de que alguna de ellas tiene previsto cerrar sus puertas. Hace pocos días dos de estas sociedades lamentaban que, por falta de recursos, no habían iniciado la construcción de un albergue adecuado para los perros de su ciudad.
Esta lamentable situación obedece esencialmente a dos causas: a la creciente afluencia de animales que buscan el amparo y la alimentación de estas sociedades y las dificultades presupuestarias que sufren las administraciones públicas.
La crisis que afecta a los gastos domésticos ha hecho que muchas familias hayan optado por entregar sus mascotas a estos centros de acogida. Los gastos de alimentación, veterinarios, vacunas, medicinas, cuidadores, etc. son sufragados por los socios de las asociaciones que gestionan los albergues. De esta manera, las dificultades económicas que empujaron a la familia a abandonar a su mascota, se trasladan a las propias asociaciones protectoras.
Lo peor es que la supervivencia de las asociaciones de animales y centros de adopción se debe esencialmente a las aportaciones económicas de socios y donantes y a la colaboración desinteresada de los voluntarios. Unos y otros son el capital humano sobre el que se asientan estas protectoras y su activo más valioso.
Por el contrario, las administraciones públicas, locales, autonómicas y nacionales, apenas cuentan en sus presupuestos con partidas para ayudar a los que ayudan.
Ángel de Uña y Villamediana
Periodista
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