Vuelven las garrapatas con el calor: cómo mantenerlas a raya con el perro.
Se trata de parásitos peligrosos para los canes y, también, para las personas.
Todos los años, cuando llega el calor, los dueños de perros encuentran que su mascota tiene alguna garrapata. La razón es que el calor del verano activa el metabolismo de las garrapatas, que habían permanecido aletargadas con el frío del invierno.
Estos parásitos son peligrosos para el perro, pero también ponen en riesgo la salud de las personas. Por ello, en verano, hay que tener especial cuidado para que el can no acabe por tener su compañía.
Las garrapatas son pequeños artrópodos parásitos cuyo hábitat natural es el campo y los animales domésticos. Despiertan con el calor seco del verano y esperan en la maleza la ocasión de engancharse a un perro con sus garfios, para alimentarse de su sangre. Una vez que consiguen agarrarse al pelo del can, trepan hasta llegar a una zona donde se sienten cómodas para parasitar al animal.
Pueden esconderse tras las orejas o dentro de ellas, así como en los huecos interdigitales de sus patas. En general, en zonas donde hay pliegues de la piel y las garrapatas se sienten calientes y protegidas.
Las garrapatas que ya están instaladas en el perro se alimentan de su sangre. Las hembras son más grandes que los machos y se inflan con la sangre que extraen del animal, hasta adquirir un aspecto similar al de una alubia de color blanco.
La prevención es la primera pauta para evitar que nuestro amigo sea atacado por las dañinas garrapatas. Los paseos con el perro por el campo se pueden convertir en verano en situaciones de riesgo. Estos parásitos esperan en la maleza su oportunidad para engancharse a los perros. En la medida de lo posible, hay que intentar no pasear con el can por zonas donde haya este tipo de vegetación.
Una vez en casa, es recomendable revisar el pelo del perro, sobre todo, la zona de las orejas, el cuello, la parte interna de los muslos y los huecos interdigitales, entre las almohadillas de sus patas.
Tras los paseos por el campo
Las garrapatas inoculan en el perro una sustancia con propiedades anticoagulantes y anestésicas. De esta forma, el animal no se rascará porque no siente molestias, aunque la garrapata succione su sangre.
Por ello es tan importante revisar al perro de manera habitual, sobre todo en verano, tras los paseos o cuando se relaciona con perros susceptibles de tener garrapatas. Por otro lado, si el perro tiene acceso a un jardín familiar, es recomendable tenerlo limpio de maleza.
Las garrapatas ancladas al cuerpo del perro no se pueden retirar de cualquier forma.
Hay que hacerlo de manera adecuada, para evitar que parte de la garrapata quede dentro de la piel del can. De ser así, hay riesgo de que contraiga infecciones y enfermedades. La garrapata debe estar ya muerta cuando se arranca del cuerpo del perro.
Para conseguir matar al parásito, se pueden usar dos métodos:
• Pulverizarlo con un antiparasitario específico.
• Untar la garrapata con aceite. De esta manera, muere por asfixia, porque respira por la piel y el aceite le impide hacerlo.
La garrapata se desprende del perro una vez que ha muerto. En caso de que siguiera adherida a su piel, se pueden usar unas pinzas finas para tirar con cuidado.
Una vez desprendida del perro, no debe tirarse al suelo ni pisarse. La razón es que puede propagar enfermedades a través de las bacterias que porta en el interior de su cuerpo.
Lo más recomendable para deshacerse de las garrapatas es quemarlas o tirarlas a la basura.
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